Los vinos de la Ribera del Duero vienen al mundo en un estrecho corredor de tierras sedimentarias antiguas arrastradas allí por el río Duero, en un margen y en otro. En torno a algo más de un centenar de pueblos y ciudades de Segovia, de Burgos, de Valladolid y de Soria. Sus gentes se han criado entre horizontes de cepas y nadie como ellos para conocer todas y cada una de las intimidades de este vino único.
Los vinos de la Ribera del Duero se cosechan como tintos con uva Tempranillo que en las comarcas ribereñas de Castilla y León llaman Tinta del País. La denominación de origen Ribera del Duero no permite que esa uva participe en menos del 75% de los caldos producidos.
Ribera del Duero tiene récords que ya quisieran otros vinos de calidad. La selección de uvas, el esfuerzo coordinado de los vendimiadores y de las bodegas y la mejora de las técnicas enológicas han dado en los últimos treinta años sólo dos vendimias que no pasaron de regulares, 28, en cambio, fueron de buenas a excelentes.
Los vinos de la Ribera del Duero se producen sobre las fórmulas de tinto joven, de tinto de crianza, tinto reserva y de gran reserva. Si el de crianza se sirve con 24 meses de envejecimiento en barricas de roble, el de reserva lo es en un largo proceso que alcanza los 36 meses. Para el gran reserva de Ribera del Duero el tiempo de espera es de 60 meses.
Cada maduración tiene sus matices, aromas, sabores, fondos, retrogustos… y sus colores van desde el rojo picota de un tinto reserva a un rojo cereza de un gran reserva.
Identidad
El vino de la Ribera del Duero es parte de la identidad de España, es innegable. Sin embargo, pocos saben que en realidad se trata de un caldo muy antiguo con orígenes coloniales y pensado hace dos mil años para deleitar a gentes en armas sobre un terreno que no era el suyo.
Sí, fueron los fenicios los que trajeron las primeras cepas de su lugar de origen, probablemente del Líbano o de Siria, hace 3.000 años, y lo trajeron con su comercio. Vieron el potencial de las tierras del Duero para abrirlas al cultivo, lo demás es historia.
Como la que hicieron sus sucesores en Hispania, los romanos, que dieron al vino de la Ribera del Duero a beber a sus legiones en el país. Los romanos fueron los que extendieron su cultivo. Sus auténticos publicistas.
Más tarde llegarían las órdenes monásticas del siglo XII que se asentaron en la zona y que aprovecharon el conocimiento sobre vino y vendimias de sus correspondientes franceses. Los monjes mejoraron cepas y vino y lo sirvieron como lo conocemos hoy.
Beber vino de la Ribera del Duero es llevar calidad a los labios para dejarse seducir por esencias y matices. En Vinos Cutanda, tenemos una selección de vinos de calidad de la Ribera del Duero con la que queremos invitarle.
Vinos de la Ribera del Duero, calidad a pedir de boca.