El maridaje consiste en encontrar la perfecta armonía entre un alimento y un tipo de vino determinado, de tal manera que los sabores produzcan una melodía digna de escuchar en tu paladar. Tanto los profesionales del mundo del vino como de la gastronomía han perseguido este fin desde que nacieron ambos mundos.
1. Cualquier comida es adecuada para practicar el maridaje
La experiencia del maridaje surge de la combinación de todo tipo de comidas, desde platos muy dulces a platos muy salados, con el fin de obtener la perfecta combinación entre ambos. Convertirse en un Master of Wine no es complicado siempre y cuando estemos dispuestos a innovar y arriesgar. Un plato tradicional y un vino moderno puede ser la combinación en la que nadie ha pensado. Incluso, arriesgar un vino dulce con algo salado. Las salsas dulces con pescados o carnes están a la orden del día, en el mundo del vino también.
2. El maridaje regional no falla
Todo el mundo tiene olfato y gusto, sin embargo, apreciar los matices que deja un vino en la boca requiere de interés y tener los sentidos mínimamente equilibrados. Cada una de las sensaciones que nuestro cerebro registra con cada trago de vino son determinantes a la hora de maridarlo con un plato de pescado o de carne.
Sin embargo, en ocasiones no somos, digamos, expertos y no sabemos cómo hacer que nuestra comida sea una experiencia de los cinco sentidos. Apostar por el maridaje regional no falla. El vino ha acompañado, especialmente en Francia, Italia y España, las comidas. Por ello, las comidas de cada región se fueron desarrollando al mismo tiempo que la elaboración del vino local. Por ejemplo, las pastas al estilo italiano serán maridadas con vinos italianos, o de características similares.
3. El vino y la comida deben realzarse mutuamente
Lo que se pretende a través del maridaje es realzar la combinación de sabores en sí, y no un sabor sobre el otro, es decir, debe haber equilibrio entre el uno y el otro. Las combinaciones entre sabores dulces y salados puede ser una opción arriesgada pero fructífera. Sin embargo, combinar comidas ligeras con vinos potentes será siempre una mala opción.
Combinar comidas ligeras con vinos ligeros y comidas pesadas o especiadas con vinos potentes aporta equilibrio a la comida. Además de buscar el equilibrio cuando estamos maridando un vino, es necesario que haya armonía. Por ello, debemos servir siempre los blancos antes que los tintos, los jóvenes antes que los viejos y los secos antes que los dulces. Pero siempre habiendo armonía entre los vinos, los vinos con mayor cuerpo siempre irán después que los vinos ligeros, teniendo también en cuenta el grado alcohólico.
4. No más de tres vinos por comida
Los vinos deben servirse de uno en uno en cada comida. Demasiados sabores pueden aturdir el paladar y distorsionar las percepciones que queremos provocar con el maridaje. En el caso en el que se vaya a servir un solo vino, es preferible que sea ligero y siempre acorde con el plato principal.
Los expertos señalan que una comida será más que satisfactoria para el paladar contando con tres vinos, uno blanco o rosado para los platos más ligeros, como son los entrantes y el pescado, y dos vinos tintos o de cuerpo, para los platos principales o fuertes.
5. Equilibrio y armonía, también, en la textura
Al igual que en el maridaje tenemos que tener en cuenta aspectos como el equilibrio y la armonía en los sabores, de la misma manera debe ocurrir con las texturas. Es por ello que los expertos recomiendan que los vinos tintos y ricos en taninos deben ir acompañados de platos grasos, fuertes. Por otro lado, los platos salados y dulces casarán mejor con los vinos afrutados.
A pesar de todos estos consejos, debemos tener en cuenta que para un maridaje adecuado de nuestro vino favorito debemos saber también cómo decantar un vino, a qué temperatura debemos servirlo y hasta dónde llenar la copa.